Mi país anhelado

Recordé el País Inventado de Isabel Allende casi todos los días. Chile fue durante décadas mi país, ese lugar al que uno le deja el corazón sin razón aparente y por el cual uno siente cariño, así, sin más. Aprendí a quererlo a los catorce años a través de una familia de chilenos exiliados que vivieron en México. En su casa aprendí a hablar de política, a extrañar su país, a sentir nostalgia por Allende, a soñar con pisar las calles de Santiago nuevamente. Me apropié de su añoranza y de su sentir, de la tristeza que ocasiona la lejanía y de la esperanza del regreso. Les dejé mi corazón en más de un sentido.



Cuando regresaron a su angosto, alargado, lejano y anhelado territorio una parte de mi se fue con ellos, aunque nunca lo supieron. Conocer los rincones secretos de la tierra que conquistó Pedro de Valdivia se convirtió en una razón suficiente de mis días. Leyendo noticias sobre el retorno a la democracia, el ¡NO!, la salida de Pinochet, la llegada de Patricio Aylwin, y los siguientes procesos pasaron años. Con el tiempo, leer lo que pasa por allá se ha hecho costumbre y estar al tanto de las noticias de ese país andino una actividad cotidiana.

Conocí Chile, finalmente, hace algunos años. Fui de trabajo y con enorme gusto conocí al Presidente Lagos, a su esposa y recuerdo haberles dicho a ambos que su país ocupaba un lugar especial en mi vida desde que era una niña. Regresé un par de veces, siempre corriendo y con agenda llena, sin tiempo para explorar los rincones del país, ni siquiera de Santiago.

Ahora, felizmente, fui invitada a participar en dos foros sobre internet y democracia (Personal Democracy y TechCamp), y por supuesto, mi boca respondió a toda velocidad ¡SI! La maleta estuvo hecha en dos segundos (es un decir, nunca hago las maletas rápido) y en menos de lo que canta un gallo, estaba tomando el avión rumbo a Santiago.

Aproveché el viaje para quedarme unos días más y conocer la ciudad, conocer personas encantadoras, visitar amigos y dar un abrazo inmenso y esperado a esa familia especial que marcó, sin imaginarlo jamás, mi vida.

Recorrí Santiago de arriba a abajo y toqué el calor de su inminente vestimenta de verano. Disfruté la luminosidad que la envuelve y los tonos de verde que adornan sus interminables parques. Me sorprendió la manera en que los santiagueños se apropian de las tardes, tendidos en el pasto que rodea las calles y que se humedece con las gotas que se escapan de las fuentes, y se tiran -literalmente- sobre el césped a conversar y las parejas a besarse.

De "Sanhattan" al Centro de la ciudad, todo es verde, luz y limpieza. El vino Carmenere el sabor que acompaña una buena cena o comida. La Cordillera de los Andes, con algunas manchas blancas, el testigo inequívoco de la vida que recorre las calles cotidianamente.

Todo lo que empieza acaba, y el viaje terminó. Estoy de regreso en México anhelando el próximo viaje al Cono Sur y agradecida con la vida.

Comentarios

AMOROSAMENTETUYO ha dicho que…
Clau:
¿Tuviste la oportunidad deconocer el parque nacional torres del Paine?
Es verdaderamente espectacular, de los paisajes más hermosos en el mundo!
Ojalá lo hayas visto, sino fue así siempre lo puedes buscar por internet, te va a gustar.
besos
Amorosamentetuyo
LaClau ha dicho que…
Fíjate que no Amoroso, pero espero regresar pronto y prometo visitarlo. Ya te contaré. Por lo pronto, lo busco en internet.

Gracias por la recomendación,

C

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