Una postal desde Río de Janeiro

Regresar a lo cotidiano después de una semana de trabajo en Río de Janeiro no es lo más alentador que existe en este momento. Si, fue trabajo, pero fue Río...

Nada como salir de lo cotidiano para desconectarse, olvidarse un poco del estrés de todos los días y cargar  pilas. 

Fui al Encuentro Latinoamericano de Think Tanks, organizado por la Fundación Getulio Vargas y la Universidad de Pensilvania. Valiosa experiencia compartir visiones, conversar con mis colegas del Continente sobre la realidad de nuestra región y sobre nuestros retos como representantes de Think Tanks en una región en donde no existe la costumbre de consultarles ni incluirles tradicionalmente en la toma de decisiones de políticas públicas. 

Regreso con muchas reflexiones sobre nuestra realidad y con más preguntas -para variar- que respuestas. ¿Realmente somos una unidad en América Latina? Compartimos una región, idioma e historia, sin embargo, entendemos diferente nuestros papeles en la región y tenemos posiciones y políticas encontradas en muchos temas: liderazgo, comercio, organismos internacionales. Somos, sin embargo, una región que ha dejado un interesante legado en materia de derecho internacional, derechos humanos y armamentismo. Somos una zona libre de armas nucleares, el Tratado de Tlatelolco da cuenta de ello y tenemos excelentes muestras de ser capaces de negociar con enorme dignidad conflictos que parecían irresolubles: Contadora siendo uno de los casos. 

Hoy, sin embargo, parece que tenemos más divergencias que coincidencias, lo cual nos plantea un gran reto: retomar el camino de las coincidencia. Necesitamos hacer un ejercicio intelectual, histórico, prospectivo para rescatar nuestras coincidencias -más allá de las diferencias- y aportar lo que tenemos que aportar al mundo.  Leo y observo a mucha gente interesada en destacar la rivalidad entre México y Brasil, realidad parcialmente cierta y parcialmente falsa. Tenemos mutua admiración y hemos tomado caminos distintos en la historia reciente. Hoy el presente nos vuelve a poner en una coyuntura crítica: Brasil detenido con alfileres porque su modelo económico está llegando al límite, México de nuevo de moda.  Más allá de esta circunstancia y momentum ¿qué podemos hacer en conjunto como países y como ineludibles líderes de la región? 

Saliendo de estas reflexiones regionales, y mientras me sale una sonrisa enorme -que quede constancia, pienso en la delicia del espíritu carioca. ¡Cuánta alegría y cachondez de los y las brasileñas! Las noticias daban cuenta de los plantones, huelga y marchas del 11 de julio, sin embargo, la vida siguió su rumbo. 

Inmensa llamada de atención para el gobierno de Dilma, para los gobernantes y para los políticos. La creciente clase media brasileña está diciendo ¡Basta! a la corrupción y los abusos. Queda claro que si el modelo económico no da pasos estratégicos y veloces, las contradicciones del sistema generarán un descontento aún mayor y significará que estamos simplemente viendo el inicio del fin de la burbuja brasileña y del sueño "que estuvo a punto de ser". 

En medio de estas reflexiones, inevitable fue caminar en la noche y  temprano en la mañana antes de salir a las sesiones de trabajo por  Copacabana. Delicia total sentir la suave arena mientras los pies se hunden en la playa y se escucha el inconfundible sonido de las olas rompiéndose unas sobre otras. Ropa de vestir a la orilla del mar; extraña mezcla para un martes en la noche que era un día de trabajo, fuera de casa y de lo conocido. 

Hay que aprender a estar en silencio para escuchar los sonidos de otra realidad: los pasos veloces de los jugadores de fútbol de playa sobre la arena; las porras, los gritos, el melodioso sonido del portugués dicho por muchas personas simultáneamente, los perros -mucha gente paseando a sus canes con arneses por las calles- las sonrisas cómplices de los enamorados que caminan -por el clima y el estilo- con ropa ligera tomados de la mano sobre la inconfundible y ondulante banqueta en blanco y negro.  

A lo lejos la diminuta figura del Cristo del Corcovado, que se ve pequeña ante el tamaño de las montañas que rodean la ciudad. La perspectiva cambia diametralmente cuando te encuentras a sus pies y te topas de frente con la magnanimidad de su figura, lo inmenso de su tamaño (38 m) y el esbozo de su corazón en el centro del pecho. 

Río, simplemente Río. 


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Imágenes:
Greg.road.trip Creative Commons
Rodrigo Soldón Creative Commons


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