Entre el castillo de las mentiras y el de la verdad
Encontré este cuento para niños que me ha parecido no sólo hermoso sino ilustrativo de este tema y que quiero presentar para iniciar este post, el cual quiero dedicar a una cuestión que se da mucho por estos lares: el dilema entre el plagio y la falta de originalidad.
El cuento es de Pedro Pablo Sacristán y se encuentra publicado en Cuentos para dormir, se llama El Gran Palacio de la Mentira.
"Todos los duendes se dedicaban a construir dos palacios, el de la verdad y el de la mentira. Los ladrillos del palacio de la verdad se creaban cada vez que un niño decía una verdad, y los duendes de la verdad los utilizaban para hacer su castillo. Lo mismo ocurría en el otro palacio, donde los duendes de la mentira construían un palacio con los ladrillos que se creaban con cada nueva mentira. Ambos palacios eran impresionantes, los mejores del mundo, y los duendes competían duramente porque el suyo fuera el mejor.
Tanto, que los duendes de la mentira, mucho más tramposos y marrulleros, enviaron un grupo de duendes al mundo para conseguir que los niños dijeran más y más mentiras. Y como lo fueron consiguiendo, empezaron a tener muchos más ladrillos, y su palacio se fue haciendo más grande y espectacular. Pero un día, algo raro ocurrió en el palacio de la mentira: uno de los ladrillos se convirtió en una caja de papel. Poco después, otro ladrillo se convirtió en arena, y al rato otro más se hizo de cristal y se rompió. Y así, poco a poco, cada vez que se iban descubriendo las mentiras que habían creado aquellos ladrillos, éstos se transformaban y desaparecían, de modo que el palacio de la mentira se fue haciendo más y más débil, perdiendo más y más ladrillos, hasta que finalmente se desmoronó.
Y todos, incluidos los duendes mentirosos, comprendieron que no se pueden utilizar las mentiras para nada, porque nunca son lo que parecen y no se sabe en qué se convertirán."
Tanto, que los duendes de la mentira, mucho más tramposos y marrulleros, enviaron un grupo de duendes al mundo para conseguir que los niños dijeran más y más mentiras. Y como lo fueron consiguiendo, empezaron a tener muchos más ladrillos, y su palacio se fue haciendo más grande y espectacular. Pero un día, algo raro ocurrió en el palacio de la mentira: uno de los ladrillos se convirtió en una caja de papel. Poco después, otro ladrillo se convirtió en arena, y al rato otro más se hizo de cristal y se rompió. Y así, poco a poco, cada vez que se iban descubriendo las mentiras que habían creado aquellos ladrillos, éstos se transformaban y desaparecían, de modo que el palacio de la mentira se fue haciendo más y más débil, perdiendo más y más ladrillos, hasta que finalmente se desmoronó.
Y todos, incluidos los duendes mentirosos, comprendieron que no se pueden utilizar las mentiras para nada, porque nunca son lo que parecen y no se sabe en qué se convertirán."
Hace tiempo que quiero escribir sobre esto y no sabía exactamente qué enfoque darle al texto. Hace un par de años me he encontrado con una persona a la que no sé cómo calificar, si de plano audaz, astuta o marrullera como dice el cuento. El día que la conocí quiso apantallarme hablando como si ella hubiera escrito un texto... escrito por mi. Cuando se dio cuenta, se calló y cambió de tema. El nombre de su empresa es atractivo, sin embargo, no es original pues en Italia existe una exactamente igual sólo que fundada algunos años antes de la suya. (Saquen sus deducciones.) Ha tenido una gran audacia para posicionarse en el ámbito en el que participa, que en algunos puntos es convergente con el mío, y no deja de sorprenderme que personas inteligentes no la puedan ver ni leer tal cual. Muchos de las cosas que dice son copia de lo que aparece en mis publicaciones. No se trata de plagios literales pues se cuida de no copiar al pie de la letra las cosas (es poco original, no tonta) pero copia los temas, la línea editorial, argumentativa, etcétera. Un par de personas que trabajan con ella ingresaron a mi comunidad de blogueras y terminaron copiando, textualmente, párrafos enteros de posts míos. (No la menciono por una razón: no le voy a dar publicidad gratis ni pienso mencionar su nombre por un tema karmático. No vale la pena mencionarla.)
Al principio me molestaba, ahora me da risa. No hay duda, ser original no se le da a todas las personas y como dice Sábato: Ser original es en cierto modo estar poniendo de manifiesto la mediocridad de los demás.
El tema central aquí, y lo que quiero resaltar, es que en este tiempo de hiperconectividad e hipercomunicación, nos perdemos con facilidad en las mentiras y olvidamos el valor de la originalidad.
¿Qué importa que copie si lo disimulo bien? Tendemos a tener memoria histórica corta y normalmente no corroboramos la veracidad de la información. Yendo aún más lejos, mucha gente se pregunta o se dice: "Qué me importa si es original o no, es verdadero y suena bien".
Sé que este debate puede ser intrascendente para muchas personas, pero si no lo expreso, me hago cómplice de una realidad que cada día parece importar menos y que a mi si me parece relevante: el respeto por las ideas de los demás y la importancia de atribuir a las personas lo que es suyo. Las ideas son intangibles y pasan por un proceso en el que, con el paso del tiempo, pueden convertirse en parte de todas y todos. Sin embargo, cuando existe una clara atribución de las mismas a alguien, es ético atribuirselas a quien o quienes les corresponde.
Decía Picasso, los buenos artistas copian, los genios roban. Si alguien va a robar ideas, debería por lo menos ser genial para que parezcan suyas.
En internet este es un tema vigente, en donde resulta difícil atribuir autorías y en donde parece que por el simple hecho de hacer pública la información (de los blogs, por ejemplo) la gente se siente con el derecho de usarla sin mencionar la fuente.
Pienso que justamente, en este mundo y en el entorno digital en particular, ahora más que nunca resulta valioso -y muy respetable- citar a las personas cuando corresponde y mencionar las fuentes de nuestra información cuando sea necesario. Estos actos de civilidad y respeto no sólo no están de más, sino que rescatan el valor del otro y nos ubican en un plano de gran dignidad en un ámbito en el que parece que esto ha perdido importancia.
Tal vez suena pasado de moda. No lo niego. Siempre he dicho que tengo espíritu renacentista y esto es una prueba de ello. Creo en el respeto y no me cansaré de argumentar y actuar a favor de él.
Así soy.
¿Qué opinas? Me interesa saber si tienes una experiencia similar y qué piensas de estos temas en nuestro tiempo y en el mundo2.0.
Podemos seguir conversando en Twitter: @LaClau
Imágenes: Chilenos crean software que detecta plagio de textos desde internet, Teleprensa.es
Comentarios
Tienes toda la razón, el plagio es un fraude y demuestra la altura de la persona que lo realiza.
Un beso.
Tal cual, hacerlo así se ha convertido en un accionar cotidiano. No porque se haya convertido en algo de todos los días debemos aceptarlo. Me niego a hacerlo.
En fin. Quisiera compartir tu optimismo respecto a que casi siempre son descubiertos. ¡Ojalà!
Gracias por tu visita.
Saludos,