Entre las Olimpiadas y la política

La prensa ha dado cuenta en los últimos días de la represión que han vivido los monjes tibetanos en China por manifestarse en los monasterios alrededor de la capital tibetana, Lhasa. A decir de la prensa internacional, estas son las manifestaciones más violentas desde hace 57 años, cuando el régimen Chino tomó poder de la Región Autónoma del Tibet y el Dalai Lama tuvo que iniciar su largo exilio.

China está apostando mucho con los próximos Juegos Olímpicos. El ser sede de esta justa política revestida con cara de deporte, le da la oportunidad de presentarse ante el mundo con cara de país desarrollado, competitivo, pacífico. Es cierto, el país ha inundado el mundo con sus productos, incluyendo réplicas de arte como comentábamos en otro post, ha incursionado en el mundo de la bolsa invirtiendo dinero público en Bonos del Tesoro Estadounidense, da becas para estudiantes de todo el mundo que quieran aprender mandarín, en fin, se está comportando como una creciente potencia y como lo han hecho otros países poderosos en la historia de la humanidad.

Pero, siempre este "pero", no es un país democrático, no es un país de libertades, no es un país de respeto a los derechos humanos, no es un país en el que la riqueza que se está generando se distribuya equitativamente. El gobierno Tibetano en el exilio lo sabe, los monjes lo saben y no quieren desaprovechar esta oportunidad y circunstancia única de recordarle al mundo, que tiende a tener una memoria olvidadiza, una indiscutible realidad: se puede competir en una economía de mercado con más ferocidad y eficiencia que sus apologistas más duros sin tener que transitar por la democracia. ¿Qué harán los líderes de los países ante esto? Estas movilizaciones les plantean un serio dilema ético y político a los Jefes de Estado: ¿manifestarse a favor del respeto a los derechos humanos en el Tibet o darle la espalda al país anfitrión de las próximas olimpiadas?

That is the question.

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