Para cerrar el día
Pensando en Tino, Santiago, Sebastián y Maripili
Son las 10:30 de la noche y estoy a punto de irme a dormir. Quise pasar por aquí y compartir unos momentos. Me acompañan una taza de chocolate caliente -tengo frío, no sé bien si hace o lo traigo en mi interior- y mis pequeñas panteritas, quienes duermen plácidamente en el sillón de la sala.
Ayer cerró un mes de duelos constantes. Se han ido personas queridas de mi vida en estas semanas y ayer fue el entierro de una de mis mayores cómplices desde la infancia. A pesar de la inmensa nostalgia y tristeza que me acompañan en estos días, pienso en el enorme compromiso que su partida me ha hecho sentir. Di por sentada su presencia en mis días, pensé que seríamos las últimas en irnos de la familia y que nos tocaría a las dos enterrar juntas a nuestros quereres. No fue así. Se fue antes de lo esperado, antes de lo que cualquiera hubiera querido. Supongo que la partida de las personas que amamos siempre son antes de tiempo y nunca son esperadas.
La pienso y vienen a mi mente las imágenes de nuestros momentos compartidos, corriendo, comiendo (caramba, como nos gustaba comer juntas y ¡qué manera de comer dulces y todo tipo de postres!), riéndonos, llorando juntas, recordando historias en común, haciéndonos preguntas sobre nuestra incertidumbre. La recuerdo amamantando a su primer bebé, a Santi, con una cara de felicidad que no puedo olvidar y la ilusión que acompañó al nacimiento de cada uno de sus hijos. Las noches compartidas en pareja fueron inolvidables, tomando buen vino y sonriendo ante la cara de sorpresa de nuestros esposos por la cantidad de locuras e historias que salían de nuestras bocas y nuestros baúles de los recuerdos. En las fiestas no había quién nos hiciera sentar: ¡Ahí van los trompos chilladores! nos decían.
Su partida me hace repensar mi compromiso con la vida, mi sentido del miedo y del amor. Una vida vivida con miedo es una vida incompleta. ¿A cuántas cosas le he tenido miedo y no he hecho por temor a no poderlas lograr? El miedo paraliza, inmoviliza, hace el corazón de piedra. El amor hace crecer, transforma lo que toca, engendra vida en donde hay aridez. El miedo fomenta el miedo. El amor fomenta el amor.
Si la vida está llena de cuestas, subidas, bajadas, éxitos, fracasos, ¿por qué aferrarnos a la parte superior de la montaña cuando eventualmente regresaremos a otra cúspide, en otro momento y otro lugar? Nada permanece y el miedo a lo desconocido nos impide fluir con la cadencia vital. Todo fluye, menos nuestras creencias y prejuicios y a veces es más seguro aferrarse a ellos que encontrar nuevos sentidos y significados. En la soledad y en el interior están las respuestas, no en el bullicioso mundo lleno de símbolos ajenos y de recetas cotidianas. El único núcleo de fuerza vital lo llevamos por dentro y hay que regresar a él en los momentos más duros. Paso a paso se va lejos, minuto a minuto.
Me voy a dormir con el recuerdo de mi Piluca y con el compromiso de vivir.
Imagen:Adrian Hancu
Comentarios
Vaya que hay nostalgia en este texto. Me recordó a las múltiples despedidas que uno tiene que llevar a cabo en la vida a diferentes niveles.
La transformación de la existencia las necesita a veces.
Saludos Clau!!!
""Algo se muere en el alma
cuando un amigo se va.
Y va dejando una huella
que no se puede borrar...""
Seguramente no te servirán de consuelo pero no se me ocurre otra cosa para animarte.
Un abrazo.
Sigue adelante; ahora el recuerdo reforzará todas esas deliciosas horas pasadas juntas, y serán todavía mucho más tuyas.
Un beso
Leo Guzmán
Leo Guzmán
Saludos
Cocoscuba
Programas y Utilerias
El Balcón Amateur
www.buscate.com.mx
Gracias por la felicitación. Otro abrazo para ti con un cafecito. Es tradición de este blog invitar a quienes le visitan a tomar uno, ¿cómo te lo sirvo?
ATTE. AMOROSO