Camino hacia el olvido. (Parte 5)

"Nadie más que yo te lo va a decir, Jimena, y lo sabes bien" le dijo Juan mientras se tomaban una copa de vino y observaban la lluvia mojar a los transeúntes que caminaban por la plaza. "El no te quiere, si te quisiera, estaría sentado aquí contigo y no estarías conmigo haciéndote preguntas que no tiene sentido alguno responder." "Así somos los hombres, entiéndelo. Si, somos cobardes y preferimos correr que hablar y echarles la culpa a ustedes que decirles la verdad."

La amistad de tantos años se había acrecentado conforme los caminos de sus vidas se habían llenado de accidentes y tropiezos y parecía que nadie los comprendía mejor que el uno al otro. Habían llorado juntos, reído juntos y se habían apoyado en las desventuras de sus historias. Esta noche, una vez más, se reían de su destino y trataban de encontrar alguna respuesta a los sinsentidos del desenlace de la relación entre Jimena y Antonio.

Finalmente, Juan la había convencido de que no era responsable de todo lo que había sucedido y que cabía la posibilidad de que Antonio tuviera algún problema o secreto inconfesable que explicase su extraño comportamiento, o de plano, que estuviera loco. "Dime, quiero entender, qué tipo de relación crees que puedes tener con un hombre de 45 años que en lugar de hablarte de frente te envía mensajes de texto y te dice que te ama y en menos de diez minutos te envía otro mensaje en el que te acusa de investigarlo por hacer algo normal entre parejas: hablar por teléfono a su casa y preguntarle a la sirvienta que si sabe a dónde fue cuando ella te informa que salió de viaje y él no te avisó...." Le recordó, como suelen recordar los amigos cuando los enamorados se olvidan de los agravios de sus quereres, que su adorado novio había tenido, malos -por decir lo menos- detalles: dejarla plantada, mensajes contradictorios y hasta insultantes, mentiras que eventualmente salían a la luz, olvidos, ponerla en situaciones poco amorosas (como con su amiga Federica), cambios de planes de último momento y ya con las maletas hechas, promesas no cumplidas y falta de consideración.

"¿De veras, estás tan necesitada de amor que estás dispuesta a que un güey te trate de cualquier manera y lo vas a aceptar?" "Es buena onda, me cae bien, pero no me gusta como te trata. Te da por sentada Jimena, sabe que lo quieres y que le vas a pasar todo, pero ¿de veras estás dispuesta a pasarle todo? ¿Inclusive que su amiga te envíe mensajes para contarte lo que hace con él, le diga que eres tú quién la busca y después él se encabrone contigo? Sólo falta que te eche la culpa de las pedas que agarra con ella y te diga que se la cogió para quitarle lo lesbiana porque no lo comprendías."

Jimena asentía con la cabeza y sonreía, aunque hubiera querido simplemente comprender qué era lo que había generado que todo acabara de esa manera, sin una palabra de explicación, sin una disculpa después de los agravios. Parecía todo irreal, como si los mensajes que había recibido los hubiera escrito alguien más, como si el Antonio que ella conocía hubiera sido otra persona. No era posible que existiera tanta contradicción entre lo que él decía en un instante y lo que hacía al siguiente. Era inverosímil la diferencia entre el hombre que había conocido y el que había desaparecido sin aclaración alguna meses después.

No lo conocía. No sabía quién era en realidad.
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