Adiós a un pequeño felino en la familia

El miércoles pasado murió el pequeño Max, un hermoso gatito atigrado que forma (o formaba) parte de mi familia felina.

Este pequeñín llegó a casa de una de mis hermanas de manera inesperada, para hacerle compañía a una pequeña gatita llamada Nala. Su llegada cambió el ánimo de la casa por completo: el perro Jas, mi hermana, mi sobrina y la gatita se vieron envueltos en un pequeño remolino de alegría. No había rincón, momento ni espacio que pasase desapercibido para el curioso Max. Todo, absolutamente todo, era objeto de su curiosidad.

¿Plantas? Había que comerlas y olerlas. ¿Bolsas? Eran para meterse en ellas. ¿Nala? Pues había que hacerla enojar cada vez que se pudiera. ¿Mi hermana? Subirse a ella y ronronear. ¿Mi sobrina? Dormirse sobre ella. ¿Jas? Darle nalgadas cuando pasase a su lado. Después llegó Panchito a la familia, y Max se convirtió en su maestro de travesuras y andadas.

El miércoles lo operaron. Tenía un problema el minino: nació con las pestañas al interior del párpardo y le estaban lastimando las córneas. Era necesario operarlo, y fue lo que hizo la veterinaria ese día. El chiquito tuvo problemas al finalizar la operación y murió. La doctora dice que vomitó algo estando aún bajo el efecto de la anestesia y broncoaspiró el residuo, ahogándose.

No sé que decir. Ya no hay nada que hacer. Espero que sea cierto.