
Las noticias dan cuenta hoy de la liberación, finalmente, de Ingrid Betancourt. Me da mucho gusto. Me pregunto ¿qué se sentirá estar hoy en su piel?
¿Cómo será su primera noche?
¿Extrañará el sonido de la selva? ¿Se sentirá cómoda en la selva urbana, en su casa, que dejó de serlo durante años? ¿Puede su hogar seguirlo siendo a pesar de la ausencia? ¿Puede su hogar volver a serlo después de lo vivido?
¿Podrá abrazar a sus seres queridos, a sus viejos recuerdos que ahora son nuevos y a sus ganas de libertad? ¿Se pondrá la pijama con la que solía cobijar sus sueños antes de que éstos le fueran arrebatados? ¿Podrá dormir en su vieja cama después de tantas noches de sentir la tierra y la humedad?
¿Cómo será su primera noche?
¿Se reconocerá en el espejo? ¿ Se preguntará si valió la pena regresar al mundo que conocía para encontrar esa imagen? ¿Se reconocerá a si misma en el recuerdo de los demás? ¿Le rezará al mismo Dios esta noche?
¿Cómo será su primera noche?
Sabe su nombre: Ingrid Betancourt. Tengo la sospecha, sin embargo, de que eso ya no le dirá nada sobre si misma. Es la misma mujer, en un cuerpo debilitado por las condiciones y por el secuestro, pero ¿abrigará los mismos sueños?
¿Cómo será su primera noche?
¿Qué pensará de sus secuestradores? ¿Qué le dirá a su propia familia? ¿Qué emociones estarán escondidas en su corazón? ¿Amor, odio, rencor, esperanza, incertidumbre, miedo, ganas? ¿Sus ojos habrán perdido vitalidad y podrán ahora observar lo indescriptible del mundo?
¿Qué significará para ella esta noche, de todas las noches de su vida? ¿Se sentirá libre a partir de hoy? ¿Serán las palabras o el silencio su mejor refugio a partir de este momento?
Ingrid, espero que esta noche represente una nueva oportunidad y que el mundo al que regresas no te invite a extrañar los años de aislamiento impuesto.