Que se olvide el 25 de noviembre

El 25 de noviembre no se olvida.... y cómo quisiera que se olvidara. 

No piensen mal, no quiero cerrar los ojos a la violencia que viven las mujeres. Al contrario,  quiero que esta realidad forme parte de la historia y no de un presente que seguimos tejiendo de manera cotidiana, y lo que es peor, al que de muchas maneras ya nos hemos acostumbrado. No quiero que la violencia contra las mujeres sigan siendo cifras que nos indican cómo aumenta, quiénes la padecen y cómo afecta los presupuestos nacionales...y nuestras vidas.  

Desearía con todo el corazón que fuera un tema del que pudiera hablarse en todos los rincones del planeta como algo que ya pasó, como hablamos hoy de la muerte de los dinosaurios hace miles de años o como hablamos de la peste bubónica que acabó con la población en el siglo XIV. 

Lamentablemente, no es así. La violencia sigue aquí, la vivimos, la respiramos, la padecemos, la testificamos. Un 70% de las mujeres en el mundo sufren, en el transcurso de sus vidas, violencia física o sexual ejercida por varones, en su mayoría esposos, parejas o una persona que conocen.  Los actos de violencia que viven causan más muertes al año que el cáncer, diversas discapacidades, accidentes de tráfico y la guerra... todos juntos.  (Unifem)

La violencia se viste y disfraza de muchas formas, algunas sutiles otras simplemente, brutales. La viven niñas, adolescentes, mujeres adultas, personas mayores, de todos los países, en todos los niveles socioeconómicos, en todas las regiones. Su peor aliado, y uno de gran poder, es el silencio.  Le acompaña cada vez que alguien vive un abuso y no denuncia, cada vez que alguien pierde la vida y se considera que en nombre del honor de la familia era lo correcto, cada vez que una gota de sangre se seca en el cuerpo lastimado de una niña o una mujer que recibió golpes o fue ultrajada, y no pasa nada. 

El silencio también acompaña a la violencia cuando se disfraza con  colores sutiles, tan sutiles que nadie  piensa que lo sea, cuando la sociedad la observa como una práctica incuestionable: cuando quien lleva el dinero a la casa dice que tiene el poder porque él es quién trabaja,  cuando le prohibe a su esposa hablar con otras personas porque las reglas las pone él, cuando le deja de hablar a su pareja porque trae una falda corta o cuando le dice que parece puta por tanto sonreír.  Se lo dice de cerca, al oído, nadie lo escucha mas que ella y lo único que un observador cuidadoso puede ver es como paulatinamente la mirada de esa mujer cambia y el brillo que acompaña a su vida lentamente se apaga y con el paso de los años se convierte en sombra y a veces en muerte.

Hoy es un día, uno de los muchos, en que debemos recordar que esta realidad aún existe y que solamente haciéndola evidente, patente, denunciándola y generando conciencia sobre ella, podremos erradicarla, podremos influir para que quienes toman decisiones en todos los ámbitos: la casa, el gobierno, los congresos, los tribunales, las empresas, las escuelas, las organizaciones, sepan que existe, protejan a la gente para la que trabajan y tomen medidas no sólo para combatirla, sino para prevenirla  y para ayudar no sólo a las víctimas, sino a los victimarios, quienes a su vez también han sido víctimas de la familia, la cultura y la sociedad que los convirtió en monstruos sin enseñarles que tenían otras opciones. 

Les dejo enlaces a otros posts que he escrito en años anteriores sobre el tema y relacionados con la violencia hacia las mujeres:














¿Qué vas a hacer al respecto?




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