Atrapada en El Atico
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Mi querido amigo Víctor Espinoza me hizo llegar una sorpresa en días pasados con la cual me regaló un trozo, literalmente, enorme de felicidad. Llegó vía mensajería su último libro, directo y sin escalas, desde Tijuana: El Atico.
De entrada, la portada me hizo darle vueltas al cajón de los recuerdos que todos llevamos por dentro. De manera sencilla e invitadora su libro nos atrapa con una pintura en la que se encuentra esa covacha que siempre llevamos en alguna parte con memorias e imágenes de otros tiempos. En este caso, un balón de futbol, el submarino amarillo de los Beatles, una foto del cuarteto de Liverpool, y una bandera de su natal Tecate se vislumbran gracias a la luz que la ventana de la portada nos permite ver en tonos cafés, cobrizos y amarillentos.
Disfruté cada página y cada recuento de sus días, y noches. Se trata de una recopilación de artículos, presentaciones y vagabundeos (que se le dan muy bien) entre 1999 y 2007 en la que nos lleva de la mano por ese lugar tan especial, lleno de particularidades, tierra y sol como es la frontera entre México y Estados Unidos, particularmente en la zona de California (la ex nuestra y la nuestra). Esa frontera, que a pesar de estar dividida tiene una identidad propia en la que el muro se ha convertido en parte de la vida cotidiana de quienes la cruzan, habitan y padecen a diario y forma parte del "ser" de quienes crecieron con y en ella.
Así es que Víctor, con su particular pluma, llena de frescura, ironía, observación, disfrute, cachondeo y claridad norteña nos cuenta cómo son los bailes de las bandas que cantan narcocorridos, los recorridos familiares y "mueganosos" de fin de año por "la Baja", los encuentros con intelectuales en las Ferias del Libro (Guadalajara, Monterrey, DF, España), en fin. Se trata de un infinito número de periplos y encuentros con el mundo visto desde sus ojos y narrados con un gusto que hace imposible dejar el libro (sólo puede hacerse para cuestiones absolutamente inevitables). Nos encontramos con sus despedidas -gracias por compartirlas- con sus encuentros (¡qué tal, con Germán Dehesa!), con sus añoranzas e imaginación.
Como buen académico, no puede dejar pasar los datos duros y el análisis político y sociológico que acompañan el viaje de su memoria. No se conforma con ser un gran escritor, tiene que hacer patente que también evolucionó como sujeto social y se convirtió, por momentos, en su propio objeto de estudio. Acompañado por música de los Beatles nos cuenta su participación como estudiante en la huelga de su natal Universidad; su crítica hacia la represión bajo la mano del Gobernador Roberto de la Madrid; su paso por CENCOS; por Madrid.... por todos los lugares que una mente creativa e inquieta puede rondar. De ser sujeto revolucionario, pasó a ser ciudadano en acción y testigo de los hechos en la historia reciente de México, de su estado y del mundo.
Cierra su libro con dos deliciosos cuentos de uno de sus hijos: Julián. Hijo de tigre...pintito, dicen por ahí, y el chiquillo pinta para dar más lata que el papá y para hacerse dueño de un mundo narrado y escrito fuera de serie.
¡Socio! Gracias por este regalo, fuiste el causante de un disfrutable fin de semana. Desde las cuerdas un abrazo cibernético.
Imagen:janetkruskamp.com
Víctor Alejandro Espinoza Valle, El Atico, (México: Colección sin límites/Centro Cultural Tijuana/Ediciones Eón, 2009), 173 p.
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