De como Monsiváis le dio entrada libre a la sociedad civil
Me he quedado con una extraña sensación de vacío y un dejo de nostalgia anticipada con la muerte de Monsiváis. Como sucede siempre, la muerte trae al presente, al aquí y al ahora, verdades tan cotidianas que no las tomamos en cuenta mientras vivimos nuestros efímeros instantes.
Su partida me ha hecho patentes los muchos momentos en que "Monsi" formó parte de mi vida y la manera en que definió muchas de mis percepciones sobre el México de los últimos treinta años. Podría decir que uno de mis primeros amaneceres a la política y a la realidad mexicana fue en 1985. Fue el año del Terremoto en la Ciudad de México y el año en el que entré a la Universidad.
El terremoto nos cimbró literal y simbólicamente. A través de él se abrieron ventanas de mi vida que desconocía: la de la política, el poder, la sociedad, el mundo. Si bien me había acercado anteriormente a esos temas, la aplastante realidad dejó atrás el lente ingenuo con que las observaba para enfrentarme cara a cara con los temas de México que se hablaban pero se mantenían sostenidos en los hilos de la simulación que ha caracterizado a este país y a nuestra cultura. Mientras Miguel de la Madrid ordenaba que las banderas se pusieran a media asta y que el ejército estuviera en las zonas devastadas pero que no hiciera nada, la sociedad civil se organizó.
Monsiváis fue el cronista de esa organización. Fue quién acuñó el término en la sociedad y quién nos hizo voltear a ver a la gente, a las personas más allá del poder organizándose y resolviendo los problemas y cuestiones que el Gobierno y el PRI (que en ese momento eran la misma cosa) no podían, no querían o no les interesaba solucionar.
Cuando fueron las cuestionadas elecciones de 1988, y llevando ya un par de años en la Universidad, la sociedad civil, todos nosotros, teníamos clara conciencia de nuestro poder. Sabíamos que existía y que podíamos hacer uso de él. Fué la huelga en la UNAM, el surgimiento del CEU, apoyado por los movimientos urbano-populares que se gestaron en el 85 y que se fortalecieron ante la incapacidad del estado para resolver las demandas obvias y elementales de las víctimas del terremoto. La diáspora política del PRI, encabeza notoriamente por el Ing. Cuauhtémoc Cárdenas, Rodolfo González Guevara y Porfirio Muñoz Ledo, dio lugar al Frente Democrático Nacional que posteriormente se convertiría en lo que hoy es el PRD.
Carlos Monsiváis simplemente señaló el hecho: la sociedad civil entró libremente al escenario político nacional y se instaló para no desaparecer, para ser tomada en cuenta, para gestar movimientos, para ser escuchada, para sacudir a los partidos (y también-en algunos casos- para ser cooptada, hay que decirlo). El hecho, sin embargo, permanece. A partir de esa definición, indicadora de una realidad, la sociedad civil se convirtió en un actor fundamental, clave y obligado del escenario político nacional en México. Fue él quién le dio nombre, quién llevó nuestra mirada a esa realidad con el simple y llano poder de sus palabras.
De muchas otras maneras ha dejado huella a lo largo de estos años de los ires y venires de la gente en el poder. Ha sido capaz de reírse de si mismo y del absurdo nacional cada vez que ha sido necesario, es decir, diariamente.
Hoy me doy cuenta que las cosas serán distintas al no leer sus crónicas del país y sociedad que estamos siendo y que su partida deja un hueco enorme y entrañable en mi memoria y en este país que estamos (de)construyendo todos los días.
Su partida me ha hecho patentes los muchos momentos en que "Monsi" formó parte de mi vida y la manera en que definió muchas de mis percepciones sobre el México de los últimos treinta años. Podría decir que uno de mis primeros amaneceres a la política y a la realidad mexicana fue en 1985. Fue el año del Terremoto en la Ciudad de México y el año en el que entré a la Universidad.
El terremoto nos cimbró literal y simbólicamente. A través de él se abrieron ventanas de mi vida que desconocía: la de la política, el poder, la sociedad, el mundo. Si bien me había acercado anteriormente a esos temas, la aplastante realidad dejó atrás el lente ingenuo con que las observaba para enfrentarme cara a cara con los temas de México que se hablaban pero se mantenían sostenidos en los hilos de la simulación que ha caracterizado a este país y a nuestra cultura. Mientras Miguel de la Madrid ordenaba que las banderas se pusieran a media asta y que el ejército estuviera en las zonas devastadas pero que no hiciera nada, la sociedad civil se organizó.
Monsiváis fue el cronista de esa organización. Fue quién acuñó el término en la sociedad y quién nos hizo voltear a ver a la gente, a las personas más allá del poder organizándose y resolviendo los problemas y cuestiones que el Gobierno y el PRI (que en ese momento eran la misma cosa) no podían, no querían o no les interesaba solucionar.
Cuando fueron las cuestionadas elecciones de 1988, y llevando ya un par de años en la Universidad, la sociedad civil, todos nosotros, teníamos clara conciencia de nuestro poder. Sabíamos que existía y que podíamos hacer uso de él. Fué la huelga en la UNAM, el surgimiento del CEU, apoyado por los movimientos urbano-populares que se gestaron en el 85 y que se fortalecieron ante la incapacidad del estado para resolver las demandas obvias y elementales de las víctimas del terremoto. La diáspora política del PRI, encabeza notoriamente por el Ing. Cuauhtémoc Cárdenas, Rodolfo González Guevara y Porfirio Muñoz Ledo, dio lugar al Frente Democrático Nacional que posteriormente se convertiría en lo que hoy es el PRD.
Carlos Monsiváis simplemente señaló el hecho: la sociedad civil entró libremente al escenario político nacional y se instaló para no desaparecer, para ser tomada en cuenta, para gestar movimientos, para ser escuchada, para sacudir a los partidos (y también-en algunos casos- para ser cooptada, hay que decirlo). El hecho, sin embargo, permanece. A partir de esa definición, indicadora de una realidad, la sociedad civil se convirtió en un actor fundamental, clave y obligado del escenario político nacional en México. Fue él quién le dio nombre, quién llevó nuestra mirada a esa realidad con el simple y llano poder de sus palabras.
De muchas otras maneras ha dejado huella a lo largo de estos años de los ires y venires de la gente en el poder. Ha sido capaz de reírse de si mismo y del absurdo nacional cada vez que ha sido necesario, es decir, diariamente.
Hoy me doy cuenta que las cosas serán distintas al no leer sus crónicas del país y sociedad que estamos siendo y que su partida deja un hueco enorme y entrañable en mi memoria y en este país que estamos (de)construyendo todos los días.
Descansa en paz.
Comentarios
Carlos Monsivais, fue la conciencia ironica del absurdo nacional, sin él, es claro que el país no volvera a ser igual.
Su sarcasmo e ironía, su magestuosidad en el uso y empleo del idioma español, sus conocimientos de política, de lo cotidiano, de la cultura de lo mexicano, sin su visión y su aporte en las letras ya no será lo mismo.
Amorosamentetuyo
Me fascinó tu descripción: la conciencia ironica del absurdo nacional. Totalmente de acuerdo.
¿Quién nos recordará que nos debemos tomarnos tan en serio para hacer cambios en serio?
C