Para algo sirvió la guerra: Usar los platos de Saddam Hussein

Estoy leyendo una nota en The Atlantic que me ha dejado impactada, y eso habla de mi vergonzosa ingenuidad. Resulta que en Nueva York, el chef Kevin Lasko ofrece en su restaurante Park Avenue Autumn, platillos servidos en vajillas robadas de los palacios de Saddam Hussein durante la invasión de Iraq en el 2003. Los platos, según cuenta la nota, fueron comprados en e-bay por el empresario restaurantero a coleccionistas de piezas de la guerra contra ese país.

Este tipo de noticias me generan emociones y pensamientos encontrados. Un amigo coleccionista de arte me comentó años atrás, justo después de la invasión del 2003, que los traficantes de arte estaban frotándose las manos ante la invasión pues ya había precio en el mercado negro de obras de arte para muchas de las piezas que estaban tanto en los Museos del país como en los castillos de Hussein y de miembros de su gobierno. Sus palabras me sonaron a cuento de ciencia ficción, pero me cimbraron pues sabía que no eran parte de un relato imaginario, sino realidad absoluta.

Esta nota me recordó esa conversación y me hizo pensar que jamás había imaginado que este escenario pudiera darse: restaurantes que ofrecen una cena servida en platos del enemigo público número uno de Estados Unidos. No sabría, sinceramente, que adjetivos ponerle al hecho: abominable, detestable, ridículo, oportunista, aberrante. El hecho en si me parece absurdo: cobrar una fortuna por servir lo que sea en ello y que exista alguien dispuesto a pagarlo.

Por otro lado, y esto no es novedad, las guerras siempre han sido un negocio para muchas personas, normalmente las vinculadas con la industria de la guerra (desde la de alimentos a la de vestido y armamentos), pero sinceramente, esta "vertiente empresarial" no se me había ocurrido. El robo de piezas y obras de arte ha sido una constante (los ingleses y alemanes tienen experiencia histórica en este tema, por ejemplo). Ahora, la venta de piezas de uso cotidiano para generar un negocio así....

Mientras la guerra es una tragedia para niños, mujeres, ancianos y hombres de todas las edades, hay rémoras humanas que detrás de las balas que arrancan vidas y cambian destinos, destrozando el futuro y las posibilidades de naciones enteras, entran sigilosamente a las ruinas que quedan de los países invadidos y esconden piezas que venderán y acabarán en la mesa de una persona que prefiere alimentar su ego que la boca de un niño. Con el dinero de una cena en un plato bañado en oro, esa criatura podría ser alimentada durante un mes o un año.

Indudablemente, nada destruye más que la ignorancia y el ego.

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