Tiempo de juguetes
¿Qué tienen en común las computadoras, el Nintendo, el X-Box, las pelotas, las muñecas, las tacitas, las casas miniatura, los trompos, el backgammon, el black jack, la mentirosa, los caballitos de madera, la petanca, el ur, las pelucas Mi Alegría, el aro, el trompo, la bicicleta, los papalotes, la rayuela?
Son juguetes y juegos de distintas épocas.
Cada sociedad, en cada momento histórico, ha tenido juguetes característicos. A lo largo de la historia, los seres humanos han jugado con algo: con cosas hechas de elementos naturales o con productos más elaborados, con ramas, arcilla, telas, piedra, plástico, plomo, ámbar, tierra o piedras capaces de convertirse en objetos de entretenimiento gracias a la imaginación.
Los juguetes han formado parte de las diversas culturas y civilizaciones y siempre han estado en relación estrecha con los materiales y tecnologías disponibles del momento histórico en el que han surgido. Son un reflejo tanto de la cultura como de las creencias de la sociedad que los elabora. Se han encontrado vestigios de la más variada índole en la antigua Mesopotamia, en Grecia, entre los Mayas, en la India, en China, en Egipto.
En un principio, los juguetes tuvieron un significado social, al pertenecer principalmente a las élites capaces de dar espacio en su mundo cotidiano a las actividades lúdicas. El ocio, el derecho al juego y al entretenimiento no fueron siempre posibles para todos los grupos sociales y para todas las edades.
Esto puede sonar extraño en nuestro contexto, en donde la industria del juguete conforma un entramado importante en la economía mundial, y en donde existe una demanda permanente de productos para entretener a los niños, a los jóvenes y a los adultos. Resulta impensable un mundo sin la publicidad decembrina de juguetes, de promociones navideñas que invitan a los Santos Reyes, a Santa Claus y a los papás a obtener muñecas que hacen todo tipo de monerías, robots que se relacionan con sus dueños, computadoras con infinidad de juegos que se usan como entretenimiento y no necesariamente como herramientas de trabajo.
El ocio como parte cotidiana del diario vivir es una novedad en la historia de la humanidad. Fue un privilegio para unos cuantos. Su democratización es un hecho reciente. Los niños saben que un derecho fundamental que les pertenece es el de jugar; lo defienden, lo exigen. La producción en serie ha generado demandas en serie, y todos los niños quieren lo mismo; jugar con los muñecos de moda, con los juegos de moda, con los artefactos de moda.
Los juguetes y los juegos están, paradójicamente, cargados de simbolismo y valores subyacentes e implícitos. ¿Con qué juegan los niños? ¿Para qué juegan los niños? ¿Cómo se relacionan con sus juegos y juguetes? ¿Juegan solos o en compañía? ¿De qué materiales están hechos? Los padres regalan juguetes ¿para deshacerse de los niños y evitar la molestia de entretenerlos, para que ocupen su tiempo o para que aprendan con ellos? ¿Para jugar se necesita estar encerrado o en un lugar abierto? Hasta los juguetes no pedagógicos les enseñan a relacionarse con el mundo y les ayudan a ubicar su posición y lugar en el mismo.
En función de estos planteamientos, bien cabría preguntarse ¿para qué quiero regalar un juguete? Puede ser para cumplir con un compromiso, para satisfacer las necesidades creadas de los niños, para ayudar a un niño a pasar el tiempo sin necesidad de pensar y posibilitar que algo o alguien externo le erradique la incomodidad de tener que usar la imaginación. Es más, ¿los juguetes son exclusivos para los niños? ¿los adultos ya no deben o pueder jugar?
Esto es, sin duda, un comentario de café pero me parece inevitable no pensar en este tema durante la vorágine navideña.
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