Tanta tristeza en una sola mirada

Llevaba varios años observando la tristeza que parecía tener vida propia en esa casa. Llegó a trabajar una lluviosa mañana de julio y está convencida de que por eso la felicidad había salido por la puerta cuando ella entró. Nunca vio a los señores sonreír, ni siquiera cuando su hijo regresó necesitando apoyo familiar en un momento crítico de su vida.

En un principio simplemente se limitó a seguir las instrucciones de la señora de la casa. Limpiaba, ordenaba los cajones y las repisas, aseaba los baños, abría las ventanas para que entrara el aire y ventilara los silencios y las palabras no dichas de un hogar que se preguntaba si alguna vez lo había sido. La verdad es que el trabajo era poco aunque la casa fuera grande. Los señores estaban poco y cuando lo hacían, se encerraban en la sala de televisión o en su recámara y el hijo pródigo era solitario, silencioso, triste, inmensamente triste, aunque se desviviera por hacer reír a todos en su entorno.

Cuando la monotonía de sus actividades tuvo vida propia ella empezó a escuchar las palabras que nadie musitaba en ese lugar. Eran fuertes, rondaban a todas horas, sobre todo cuando él estaba en casa. Llegaba sólo, se refugiaba entre las botellas de la cantina y se quedaba en silencio, observando el infinito durante horas. Nadie sabe que pensaba, pero las lágrimas que rodaban por sus mejillas narraban la soledad que lo había habitado desde su infancia y el abandono que había recorrido su corazón una y otra vez. Ella no decía nada, sólo rezaba al Señor (ese que ella sabía que existía en algún lugar) para que lo ayudara y conociera el amor alguna vez.

No comprendía que una madre pudiera abandonar a su hijo, tuviera la edad que tuviera, de esa manera. Era la oveja negra de la familia, rebelde desde niño, cuestionador de los dioses a los que ellos rezaban y que lo alejaban de lo que cualquier pequeño desea: la atención de una madre y el apoyo de un padre. Buscó su camino como pudo, en mundos alternos, pensando que no pertenecía en el que había nacido. Por eso no lo querían. Permanentemente lo comparaban con el primogénito, que era la auténtica encarnación de lo que deseaban en la burbuja que habitaban: exitoso, responsable, buen padre, buen esposo, gran proveedor, buen hijo -no tan buen hermano, pero no importaba- y ellos hacían lo que él quería. El segundo y el tercero hijo no eran malos, tampoco particularmente buenos, cumplían los requisitos de su círculo social, pero no daban problemas a sus padres. Eran aceptables. El no, él era diferente porque tenía vida propia y una sensibilidad incomprensible para quienes viven del exterior. Esa sensibilidad los desesperaba, pues claramente era un ser inteligente y capaz, y los irritaba.

Jamás hacía suficiente, siempre le faltaba algo para satisfacer a sus padres y así vivió y creció. Genio industrial, generador de riqueza, proyectos y trabajo, elogiado por el mundo entero, conocido, entrevistado, popular y sin embargo, ignorado por sus padres. Cuando se casó pensó que había encontrado la solución a la soledad que le acompañaba desde el día en que había abandonado el vientre materno, pero su sorpresa fue descubrir que ahora vivía el abandono desde otra cara. Su mujer estaba permanentemente insatisfecha y él no sabía que hacer para hacerla feliz. Tuvieron una hija, el verdadero amor de su vida. El divorcio le partió, por segunda ocasión el alma, pero tuvo que seguir adelante. Era insostenible su vida y a pesar de tener que dejar de vivir con la pequeña, era mejor no seguir con esa farsa.

Todo esto lo descubrió Martina en las lágrimas que vio tantas veces y en la tristeza que salía de los ojos de ese joven hombre, el Joven, como ella le llamaba. A veces llevaba mujeres a la casa cuando sus padres no estaban, eran hermosas, pero no lo veían a él. Veían lo que llevaba puesto y se deslumbraban por el mundo en el que se desenvolvía, pero no se percataban del mundo interno que le habitaba y que él hubiera entregado a quien lo hubiera querido si tan sólo se molestaran en descubrirlo. Era un hecho, también, que él no se abría y no dejaba que lo conocieran, su miedo era inmenso. Llegó a pagar a las mujeres para que estuvieran con él,pero ni siquiera para gozar sus cuerpos o sentir un poco de placer, simplemente para conversar, o mejor dicho, para que alguien lo escuchara.

Finalmente, una noche, él llegó, para júbilo de Martina, con una mujer que lo amaba. Ella decía, con esa sabiduría propia de las mujeres de edad, que el amor y el dinero no se esconden y siempre se notan. "Por fin" pensó, "ya hay una que lo vio de adentro". Estaba presente, se preocupaba por él, lo veía a él reír, besarla, llamarle, ¡conversar! y hablar de ella. "Que se quede con ella. Que se quede con ella." El entusiasmo del joven duró poco tiempo, algunos meses, o tal vez fue que el miedo pudo más que el entusiasmo y tenía más tiempo de conocerlo. Un día, en uno de los silencios que le envolvían cuando se escondía en la cantina, decidió que no quería verla más porque tal vez lo abandonaría como todos lo habían hecho en su vida. No la volvió a llamar y prefirió seguir pagando compañía.

Muchos años después, cuando la artritis y los años le impidieron a Martina seguir en la casa, se fue. Siguió rezando por el Joven, que ya no lo era tanto, y pidiendo por él y por esa muchacha -ahora seguramente mujer entrada en años- que estaba segura lo seguía amando. No sabía que había sido de ella, la quiso buscar alguna vez, pero no sabía que podría decirle ni con qué palabras consolarla.

Hasta el último de sus días se preguntó cómo era posible que cupiera tanta tristeza en una sola mirada.

Imagen:jesusissavior

Comentarios

AMOROSAMENTETUYO ha dicho que…
Clau:

¿Es un relato inventado por ti?, pues por la forma en que escribes, parece una : ¡narración de sucesos observados cercanamente!

De cualquier manera tristes los dos!
Abrazos

Amorosamentetuyo
LaClau ha dicho que…
Hola Amoroso,

En realidad es una creación mía fundamentada en dos historias que me contaron y que fusioné en esta narración. Las dos igualmente tristes.

Un abrazo,
AMOROSAMENTETUYO ha dicho que…
Bueno, muchas felicidades! sigue así, tal vez después puedas escribir una novela. y si la escribes igual de bien, tal vez algún día te den el premio principe de asturias o algún otro más importante!

Aunque espero que cuando eso pase, me sigas hablando y sigas siendo mi amiga!
Besos
Amorosamentetuyo
LaClau ha dicho que…
Amoroso,
Gracias. Tal vez algún día me anime y por supuesto, te avisaré.

Besos de retache!

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