Los verbos del tiempo

¿Qué pasa con el tiempo que se va y no vuelve? ¿Qué pasa con el tiempo que está presente y no se ve? 

Hay veces que se percibe a través de su espesura y densidad, en esos momentos en que las ideas buscan detenerse y tienen que volar hacia el siguiente instante. También sabe sudar y respira, con calma, con prisa, con exactitud y  a deshoras. No te puedes esconder de él, aunque a veces tengas la sensación de pasar inadvertido detrás de una columna que flota. Posiblemente el tiempo también esté fingiendo no verte, pero reconoce cada minuto que transita por tu vida, lo dirige y lleva su ritmo. 

No olvida nada, todo lo recuerda. Las cosas pueden escabullirse de tu memoria, pero jamás, jamás del tiempo. Todo lo cuenta, segundo a segundo, y no pierde detalle de lo que sucede, de lo que haces, de lo que piensas. Envuelve todos tus momentos, inclusive cuando duermes, habita todos tus sueños aunque no lo sepas, acompaña tus soledades y tus encuentros. 

El tiempo es indiferente a las despedidas, hay muchas en su haber, tampoco le interesan los encuentros, son infinitos en su historia y sabe que vendrán más. 

No se detiene, camina, camina, su razón de ser es transitar, ser etéreo, inasible, permanente y fugaz. Como nunca eres el mismo, permanentemente te descubre y a pesar de que todo lo anota, tu presente lo convierte en pasado en un instante, en un segundo. Tu cara cambia sin que lo notes, el tiempo lo sabe y por ello se deshace de las imágenes a cada paso. Es un iconoclasta irresoluto. Se despoja de los recuerdos, porque ellos tampoco llegarán a su fin. 

Recordar, olvidar, vivir, transitar, ser….
                                                  ...son los verbos del tiempo.

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