Cosas del corazón...

Qué difícil es despedirse de una relación en la que tenemos muchos años involucrados y en la que hemos depositado nuestros sueños y esperanzas. Duele, produce tristeza, angustia, desesperación, nostalgia, incertidumbre.

No es fácil, y quién diga lo contrario miente. Las personas tienden a decir con facilidad a quienes les rodean lo que deben hacer con su vida, y más importante aún, cómo deben hacerlo. "Déjal@, hay much@s", "Encontrarás a alguien mejor, seguro", "No sabe de lo que se pierde". Puede que estas expresiones tengan algo de cierto, pero el corazón responde a otras razones, que por cierto, la razón no comprende.

La ruptura en una relación puede darse un día a un hora específica. Solemos llevar la cuenta de los días y minutos transcurridos desde que terminamos con alguien a quien amamos. Esa es la ruptura visible y tangible. La más difícil es la interna, la verdadera ruptura y despedida emocional. ESA, esa, lleva más tiempo e implica pasar por fases distintas que van desde el enojo, la negociación y la tristeza hasta la aceptación. En cada persona el recorrido es único e individual y no existen recetas que apliquen para todos los casos.  

El camino suele ser lento, lleno de piedras y con muchas lágrimas de por medio. Lo que si es un hecho es que el tiempo, el apoyo adecuado y el reencuentro con un mismo siempre ayudan y permiten llegar a la fase de aceptación fortalecidos y en posibilidades de empezar nuevamente, habiendo dicho adiós desde el corazón.

Lo que es inevitable es el dolor. ¿Qué le vamos a hacer? 

Imagen: Diez para las diez