Vivir en martes

El segundo día de la semana jamás se parece al primero. Las mañanas tienen otro sabor, como a brisa de mar en medio de la montaña, con luz tenue y con visos de emoción, a velocidad lenta y a jugo de naranja sin champaña. 

Se puede estar cansado y la razón es lo de menos. Vivir en martes es razón suficiente. El cansancio por supuesto, no se parece al del viernes y mucho menos al del domingo.  No es lo mismo sentir la pesadez del cuerpo por haber trabajado cada día de los que te precedieron que saberse agotado por el exceso de descanso. 

Los martes no inspiran palabras de amor ni reflexiones sublimes, son un trámite semanal que antecede al miércoles, que es -ese sí- más emocionante. Vaticina la llegada del viernes, del sábado que te devuelve las horas y los momentos propios. 

Acabo este martes con esa sensación que siempre me produce el día: agitación envuelta en nostalgia de lavanda, y en esta ocasión, de color lunar. 

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
A mi me gustan los viernes y los sábados. Detesto los lunes.
El R ha dicho que…
Querida Laclau, guauu, guauu. Vaya con los martes. En las sensaciones es poco lo que uno puede decir, son tan íntimas. Estoy tentado a considerar que los días son lo que les proponemos, pero vaya a saber uno las locuras que pueden ocurrir en un día que los romanos dedicaron a Marte. A mí, los sunnydays, sundays, domingos me parecen tan grises que me vuelvo como mi perro: monocromático y muerdo lo que puedo.
Besos a mitad de la semana.

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