Imágenes del 8 de marzo

Mis acompañantes matutinos

Ayer reafirmé mis votos con la vida, felizmente, un año más. Cada año esta fecha me sorprende con cosas nuevas y este no fue la excepción. Amanecí sin pensar que era "mi" día. Sinceramente, lo había olvidado y confieso que mi ánimo no ha estado muy festivo en las últimas fechas. La vida tiene maneras extrañas de enseñarnos lo que tenemos que aprender y creo que está empeñada en hacerme ver cosas, a pesar de mi misma. Así que heme aquí, pupila de la vida reafirmando mi existir.

Parte de mi regalo fue salir de la Ciudad de México, cosa que hago cada vez que puedo. Soy una viajera empedernida y esta ocasión me dio un buen pretexto. Manejar en carretera me gusta, así que tomé el rumbo hacia Valle de Bravo temprano en la mañana. No me tocó tráfico y llegué a mi destino justo para comer. El día transcurrió entre olor a madera y pinos, música y un buen tequilita. ¿Bailar? Por supuesto, me resulta inevitable no hacerlo cuando escucho música que me invita a ello.

Aproveché la luz de la tarde para tomar fotos y sentir el viento de la fría noche que se avecinaba. El clima fue también el preámbulo de una noche con chimenea. Fantástico.

El río aéreo

El atardecer deja huella en el árbol

La llegada del domingo fue muy fría y la mañana apareció entre nubes grises. El regreso a la ciudad estuvo acompañado de algunas paradas, una de ellas en la entrada de Mesón Viejo, un poblado perdido en medio del camino con una puerta digna de Juan Rulfo. El camino también dio espacio para curiosear en un mercado de cosas viejas y herrajes oxidados.

Comparto algunas imágenes con ustedes y les reitero mi agradecimiento por sus visitas y felicitaciones.

Vista de Valle de Bravo en la mañana

Las planchas

Entrada a Mesón Viejo